La Dra. González Mariscal pertenece a la Unidad Digestivo-Endoscopia de HSA
En el Día Mundial contra la Hepatitis, la Dra. González Mariscal informa que las hepatitis víricas son un grupo de enfermedades causadas por la infección de virus que producen una inflamación del hígado. Cuando esta inflamación ha aparecido recientemente hablamos de hepatitis aguda y a los procesos que duran más de seis meses les llamamos hepatitis crónicas. Los virus que pueden producirlas son los denominados virus de la hepatitis A, B, C, D y E.
Estos virus se transmiten por distintas vías: los de la hepatitis A y E, por alimentos y agua contaminados; el de la hepatitis B y C, a través de sangre contaminada y otros líquidos orgánicos, es por esto que las principales vías de contagio son las transfusiones de sangre (realizadas antes del descubrimiento del VHC en 1989), la utilización de material punzante no estéril (consumo de drogas por vía intravenosa, tatuajes, piercing) o en procedimientos médicos y quirúrgicos en los años en que no se utilizaba material desechable. También es posible la transmisión a través de las relaciones sexuales. Por su parte, las infecciones por el virus de la hepatitis D solo ocurren en personas infectadas con el virus de la hepatitis B.
Las hepatitis producidas por los virus A y E, nunca se hacen crónicas, y se curan espontáneamente en la mayor parte de los casos, menos del 1% puede tener un curso fulminante que requiera tratamiento urgente e incluso trasplante hepático. La hepatitis B aguda se cura en un 90% de los casos, pero el 10% restante evoluciona hacia una hepatitis crónica. La hepatitis por virus C se hace crónica hasta en un 80-90% de los casos. Por tanto por su capacidad de cronificación y por el riesgo de desarrollar una enfermedad hepática avanzada, hasta la cirrosis y el carcinoma hepatocelular, son de especial importancia las hepatitis producidas por los virus de la hepatitis B (VHB) y C (VHC) que constituyen una importante carga para los sistemas sanitarios. La cirrosis hepática producida por el VHC constituye la principal causa de trasplante hepático. Se calcula que aproximadamente 1,4 millones de personas mueren cada año como consecuencia de las diversas formas de hepatitis viral.
La infección puede pasar desapercibida al inicio o con síntomas muy leves e inespecíficos (como cansancio, febrícula, molestias abdominales) o puede presentarse como una hepatitis aguda (con ictericia -color amarillo de piel y mucosas-, intenso malestar general y elevación muy marcada de las pruebas hepáticas, transaminasas). Sin embargo, una vez que la infección ha cronificado, es habitual que el paciente no presente ninguna sintomatología y sólo podamos sospechar la enfermedad al hacer una analítica de sangre en la que se detecta elevación de transaminasas leve o moderada. A pesar de no provocar ningún síntoma al paciente, la enfermedad va progresando de forma lenta pero continua, en un periodo que puede ser variable, entre 20 y 30 años del inicio de la infección, hacia la cirrosis hepática. Aún cuando se ha desarrollado esta lesión grave e irreversible del hígado, los pacientes no tienen ninguna sintomatología que les alerte sobre su enfermedad. Por este motivo, suele ser habitual que los pacientes se diagnostiquen en un estadio muy avanzado de enfermedad hepática, en ocasiones irreversible.
La prevalencia de la infección por el VHB presenta diferencias geográficas muy evidentes, siendo prácticamente endémica en pacientes del sudeste asiático (donde, por tanto, es muy frecuente la transmisión vertical, es decir, desde la madre embarazada a su hijo). Se estima que unos 240 millones de personas están infectadas por este virus en todo el mundo. En nuestro país, la prevalencia ha disminuido considerablemente desde la implementación de la vacunación poblacional en los años 90, inicialmente en población adolescente y posteriormente, en los recién nacidos. En los últimos años hemos asistido a un aumento de casos en pacientes migrantes procedentes de estos países.
Se estima que hay 71 millones de personas infectadas en todo el mundo por el VHC En España la prevalencia de anticuerpos positivos está entre 0,4%- 1,1% de los cuales, un 0,4% tienen infección activa. Sin embargo, hasta un 40% de pacientes infectados por el virus de la hepatitis C no están aún diagnosticados en nuestro territorio.
La OMS realizó en el año 2016 un informe en el que se marcaba el objetivo de eliminar las hepatitis víricas en 2030. Para ello, es necesario diagnosticar el 90% de los pacientes infectados y tratar la 80% de los susceptibles de recibir tratamiento.
Hepatitis B
La Dra. González Mariscal explica que, en el caso de la hepatitis B, los tratamientos no consiguen eliminar el virus, pero evitan su replicación y, de esta forma, evitan que se produzca lesión inflamatoria en el hígado. De esta forma, se evita la progresión de la enfermedad hepática. La duración de estos tratamientos es indefinida, ya que sólo en un porcentaje muy bajo se logra la eliminación del virus. Está indicado realizar tratamiento cuando existe una elevación persistente de las transaminasas y se detecta una carga viral elevada en sangre, en los pacientes que han desarrollado cirrosis o daño crónico hepático, los pacientes portadores del VHB que reciben algún tipo de tratamiento inmunosupresor (quimioterápicos, corticoides, fármacos biológicos), para evitar que como consecuencia de esta bajada de la actividad del sistema inmune se incremente la replicación del virus y por tanto, del daño hepático. Asimismo, es fundamental la atención a pacientes embarazadas en las que se detecta la infección por este virus (determinación incluida en los controles rutinarios del embarazo), ya que cuando presentan una replicación viral alta es necesario administrar tratamiento con fármacos antivirales en el tercer trimestre de la gestación para minimizar el riesgo de transmisión al recién nacido.
Hepatitis C
En cuanto a la hepatitis C hasta hace pocos años, el tratamiento era muy poco eficaz y con gran cantidad de efectos adversos que limitaban el número de pacientes que podían realizarlo y por tanto curarse de la enfermedad. Sin embargo, desde finales de 2014 se autorizaron los primeros fármacos antivirales de acción directa con los que se consiguen tasas de curación por encima del 95%, en un periodo de tratamiento muy corto (entre 2 y 3 meses) y con prácticamente ausencia de efectos secundarios. En España se realizó un Plan Estratégico Nacional para el manejo de la Hepatitis C que ha supuesto el tratamiento de más de 130.000 pacientes.
Los datos epidemiológicos y de la historia natural de la enfermedad sugieren claramente que todos los pacientes debieran ser tratados. Muchos argumentos sustentan esta afirmación. Por una parte, se reduciría notablemente el reservorio de virus, foco a partir del cual se producen nuevas infecciones, y por tanto es el único sistema que permitiría considerar la posibilidad de erradicar esta infección. En segundo lugar, se eliminaría la necesidad de atención médica de estas personas, con el ahorro que esto comportaría, y finalmente porque un tratamiento eficaz eliminaría la carga de angustia que padecen los pacientes, incluso los afectados por formas menos graves de la enfermedad, al ser conocedores de que la infección puede poner algún día en riesgo su vida.
Como indica la Dra. González Mariscal, el objetivo final debe ser conseguir la eliminación de la infección por el VHC en nuestro país. Para ello, no solo hay que hacer un esfuerzo en el tratamiento de los pacientes conocidos, sino invertir en estudios epidemiológicos sólidos y en programas de cribado, pues sólo conocemos a una minoría de los pacientes que están infectados. Para conseguir estos objetivos es fundamental hacer hincapié en aspectos fundamentales como son la formación del personal sanitario, (enfermeros, médicos de Atención Primaria, médicos residentes (MIR) y especialistas) y establecer vías directas de comunicación con las unidades de Hepatología y realizar una búsqueda activa de pacientes susceptibles de padecer la enfermedad, tanto por el rango de edad, como porque pertenezcan a grupos sociales con mayor prevalencia.
Dra. González Mariscal
La Dra. González Mariscal pertenece a la Unidad Digestivo-Endoscopia de Hospital San Agustín, que dirige el Dr. Manuel Rodríguez-Téllez, y en la que también forman parte del equipo la Dra. Cristina Márquez Galisteo, la Dra. María Muñoz García-Borruel, el Dr. José Manuel Pérez Pozo y el Dr. Ánsel Ávila Carpio.