En el Día Mundial de esta enfermedad, la Dra. Ana López informa desde la Unidad de Fibromialgia

En el año 1992 la OMS reconoce la fibromialgia como una enfermedad.

Al hablar de fibromialgia hacemos referencia a una enfermedad que se caracteriza por dolor a nivel del tejido fibrilar, tendones, ligamentos y músculos.

No existe una analítica ni ninguna otra prueba complementaria que nos ayude a diagnosticar la enfermedad. En principio, la clínica y la presencia de dolor en al menos 11 de 18 puntos determinados del organismo nos daba el diagnóstico de fibromialgia. Ahora, además de estos puntos de dolor, se habla de áreas dolorosas y existen otros síntomas que son determinantes para el diagnóstico como pueden ser el cansancio o la fatiga, alteraciones de la memoria o dificultad para concentrarse y alteraciones del sueño.

Se añadieron otros síntomas “menores” como erupciones cutáneas, picores generalizados, visión borrosa, calambres musculares, micciones frecuentes -y a veces dolorosas-, dolores y calambres abdominales, vómitos, estreñimiento, colon irritable y un largo etcétera de síntomas que asociamos a los dolores y cansancio conocidos por todos.

La palabra fibromialgia no pasa nunca desapercibida. Para unos es motivo de broma y de escepticismo -«cosas de mujeres»-; para otros, es la sombra amenazante de un pájaro negro que ensombrece nuestras vidas.

No es ni lo uno ni lo otro. Es una enfermedad crónica, que tengo que conocer como conozco la diabetes, la hipertensión o el hipotiroidismo. Cuando la conozco sé a qué me enfrento, sé lo que puedo esperar de ella y puedo prepararme para la lucha, o mejor, para la convivencia.

Aceptar la enfermedad sin demonizarla, aprender a convivir con ella, aprender a marcar un ritmo a mi vida es fundamental.

Es cierto que no hay un tratamiento que cure. Tampoco lo hay para la diabetes, la hipertensión y otras tantas enfermedades; pero sí cuento con un arsenal de medicamentos que habrá que ir cambiando según las circunstancias, y sobre todo, contamos con el tai chi, el ejercicio físico y la psicoterapia.

Tenemos aliados en esta lucha; no estamos solos frente a esta enfermedad que, por otro lado, no degenera, no mata: mata mi pasividad, mi resignación que me lleva a darme por vencida en la lucha.

Hay unas palabras mágicas «puedo y quiero».

Gracias a todos los que estudian e investigan; a todos los que nos ayudan y gracias a todos esos pacientes que siguen todos los días con sus vidas a pesar de la fibromialgia.

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