El Dr. Caso forma parte de nuestro equipo de Alergólogos
En los últimos años estamos asistiendo a un incremento notable de la incidencia y de la preocupación de la población respecto a los problemas de alergias e intolerancias alimenticias.
Lo primero que hay que tener en cuenta es que no es lo mismo una alergia que una intolerancia. La ALERGIA es una reacción adversa a un alimento inmunológicamente mediada y la INTOLERANCIA es la Hipersensibilidad no alérgica a alimentos. Los síntomas son muy diferentes, en los casos de alergias alimenticias pueden ser LOCALES (picor en la boca, en la garganta, en los labios…), síntomas DIGESTIVOS (dolor, distensión abdominal, malestar tras comer el alimento, nauseas, vómitos, diarrea, incluso estreñimiento, pueden ser sistémicos (urticaria, edemas e inflamación, síntomas RESPIRATORIOS como tos, sensación de asfixia, ruidos en el pecho) o síntomas muy graves como una ANAFILAXIA con riesgo para la vida. En los casos de intolerancia, dado que el mecanismo más frecuente es un déficit enzimático, por lo general suelen ser síntomas digestivos. Por ejemplo la intolerancia a la lactosa consiste en la ausencia de una enzima (la lactasa) necesaria para digerir lactosa. Al no haber esa enzima la lactosa fermenta en el aparato digestivo produciendo los síntomas de malestar distensión, flatulencias…
La alergia en Europa afecta en torno al 2.4% de la población. En niños puede llegar incluso al 7%. Los datos de España son superiores, afectando aproximadamente al 3.6% de la población general. Las intolerancias son más frecuentes, sobre todo la de la lactosa, que afecta aproximadamente al 10% de la población general y la de la fructosa. La llamada intolerancia al gluten es en realidad una alergia a la fracción gliadina del gluten y produce clínica por destrucción de las vellosidades intestinales. El 1% de la población general es intolerante al gluten. Los alimentos más implicados en las alergias alimenticias son la leche, el huevo, los frutos secos, el marisco, el pescado, fruta, legumbres y cereales.
Diagnóstico
En el diagnóstico de las alergias y la intolerancia alimenticia lo que más cuenta es la historia clínica del paciente. El alergólogo está lo suficientemente entrenado para que una vez atendido el paciente, escuchado sus síntomas y hacerle un reconocimiento, proceder a la solicitud de las pruebas complementarias pertinentes. En el caso de las alergias alimenticias las pruebas idóneas son las PRUEBAS CUTÁNEAS (PRICKS), la medición de los niveles de anticuerpos IgE ESPECÍFICA frente a las diferentes proteínas de los alimentos que producen la alergia y los TEST DE PROVOCACIÓN CON ALIMENTO ESPECÍFICO. Para las intolerancias, las pruebas que se deben hacer son el TEST DE INTOLERANCIA A LA LACTOSA (en sangre o en aire espirado), el TEST de acidez de las deposiciones (lactantes con sospecha de intolerancia a la lactosa) y el TEST DE INTOLERANCIA A LA FRUCTOSA (en aire espirado o en sangre).
Una vez hecho el diagnóstico de alergia o intolerancia, la evolución es diferente. En caso de alergia, las alergias que comienzan antes de los 2 años de edad suelen desaparecer a partir de los 4 años, mientras que las que comienzan más adelante no suelen desaparecer. En cuanto a las intolerancias, las de causa metabólica no desaparecen jamás, mientras que las de causa enzimática dependerá del motivo del déficit enzimático. Si es secundario a una gastroenteritis, cuando se regenere la mucosa duodenal desaparece la intolerancia, en el resto persiste.
Tratamiento
El tratamiento consiste en la evitación. Es decir, prevenir y evitar el contacto, ingestión o inhalación del alimento o componente del alimento causante de la reacción alérgica o intolerancia. Esta recomendación parece sencilla, pero nada más lejos de la realidad porque una correcta dieta de exclusión supone una vigilancia continua, con objeto de evitar la exposición a alérgenos presentes y ocultos en la cantidad de alimentos procesados existentes en el mercado.
En caso de intolerancia alimentaria (por ejemplo, a la lactosa), puede ser suficiente limitar el tamaño de las raciones que se consumen del alimento en cuestión, para evitar los síntomas. Si se produce una ingesta accidental, el tratamiento variará según la reacción que presente. Para reacciones graves hay autoinyectores de adrenalina (para adultos y para niños) que el paciente lleva consigo y se los aplica cortándose la reacción en minutos. En reacciones más leves con antihistamínicos y corticoides es suficiente. Las desensibilizaciones o inmunoterapia oral se usa en alergia a huevo y leche, con una eficacia del 85%.
Por último, destacar la importancia de la información. El paciente debe ser consciente del riesgo de comer alimentos a los que está sensibilizado. En el supermercado hay que leer cuidadosamente el etiquetado para asegurarnos que el alimento no contiene trazas de alérgenos a los que estemos sensibilizados.